Ángel por vocación: María de los Ángeles

Ángel por vocación: María de los Ángeles

Por: Evodio Cabral Vera.

En el nombre llevó la vocación de su vida, María de los Ángeles, nombre de pila, Angélica como le conocíamos todos, un auténtico ÁNGEL de Dios en la tierra; su amor infinito, alcanzó para todos, su altruismo interminable; cientos, quizá miles fuimos sus beneficiarios.

Enfermera de oficio, con o sin salario siempre estuvo ahí, dispuesta a servir, en el naciente Centro de Salud de los años sesentas, en el DIF, en su casa, en las jornadas oftalmólógicas, en las campañas de vacunación; en donde se requiriera, ahí estaba ella.

En su casa nunca faltó la forma de beneficiar a quien más lo necesitara, sobre todo a los más pobres; aquellos ancianos solos, aquella madre con cáncer terminal que no tenía ni para comer, mucho menos para las medicinas, aquel joven con insuficiencia renal, aquella madre abandonada o viuda y sin trabajo, aquel indigente que tocaba la puerta seguro de obtener la comida del día, sin necesidad de pedirla, ella parecía adivinarlo.
Recuerdo aquellos jóvenes aspirantes a beisbolistas

profesionales que lejos de su casa y abandonados a su suerte, con la compensación simbólica de sus clubes retrasada por semanas y no tenían ni para lo mínimo, pero milagrosamente, se encontraron un ángel y nunca les faltó el alimento del día; o aquellos amigos de sus hijos que llegábamos de manera intempestiva y tras el saludo siempre recibíamos la invitación, ¡sírvanse!
En las enormes vaporeras sobre su estufa siempre había comida disponible para compartir con quien fuera, su comida de cuaresma especial, motivó varios reportajes periodísticos y sus posadas de las más populares en el barrio.

Con el voluntariado del IMSS que impulsó junto con otro grupo de señoras altruistas, trabajaron duramente sin esperar nada cambio, aunque el reconocimiento que les envió con su firma el entonces director del instituto Genaro Borrego Estrada, les llenó de orgullo y les inyectó ánimos.

Y así colectaban y repartían periódicamente decenas de despensas, donde verdaderamente se requerían, en rincones de nuestro municipio que aun a la fecha para muchos es inimaginable que existan, donde la pobreza se da a niveles que los políticos ni siquiera han sido capaces de detectar.

La lista de acciones altruistas sería interminable en una persona que supo asumir el dolor y las necesidades de los demás como propios, pero que sin embargo, no se concretó sólo a lamentarse de la situación sino que con decisión y superando cualquier obstáculo y carencias, se decidió a actuar.

–Señora Angélica tengo un colchón, –ah mire que bueno para fulanita, sus niños duermen en el piso, que gusto les va a dar… –señora Angélica le traigo estos medicamentos, –hay gracias a Dios, trae las pastillas que tanto ocupa el señor que le cortaron la pierna, ya no tenía para comprarlas… –Angélica tenemos una estufa ya la íbamos a tirar, –démela, mire la señora mamá de los tres muchachillos que le platiqué, les cocina con leña. –Oiga estos costales de ropa ¿le servirán a alguien? –bendito sea Dios mire la pobre señora trae a sus niños con una garritas que ya se transparentan. ..

“Estoy esperando a Manuel para que me lleve con el señor que vive ahí junto al río, le toca su inyección, pobre ya no tiene ni quien vea por él, le conseguimos sus medicamentos pero ahora hay que estar al pendiente de que se los tome…”
Estos son ejemplos reales de un altruismo del que muchas veces fuimos testigos, al igual que el reparto de juguetes para niños pobres en navidad, o los medicamentos a veces costosos que conseguía para darlos a quien los requería, así como las cajas de diálisis, insulina y otros tratamientos costos que canalizaba a quien tenía necesidad de ellos.

Hoy nuestro ángel ha terminado su misión en la tierra, por supuesto que muy bien cumplida, seguramente Dios le estará abriendo los brazos para recibirla y dar el justo premio a todo lo que acá realizó sin ambicionar recompensa alguna y aunque el corazón nos duela, le decimos, ¡Descanse en paz!, se lo merece.

Con todo mi afecto a mis muy queridos amigos, Ernesto, Oswaldo, Chole, Lety, Adriana, Manuel, Armando y sus respectivas familias, que el recuerdo de la gran madre que Dios les dio, sea el consuelo que ahora tanto necesitan.

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